En este lado del mundo hay un bosque verde, frondoso, oscuro. Sólo se escuchan los pasos aplastándose en la hiedra. Sólo se siente el frío húmedo atravesando la piel y los huesos. Haciendo un camino entre los árboles se llega al centro: un claro en donde las ramas tocan el cielo y se pierden en el resplandor del sol. Se sorprende al encontrar un ómnibus blanco escondido en las enredaderas. No hay señal de abandono. Se estira para asomarse a una de sus ventanas y mirar en su interior. Mira y ve.
Del otro lado del mundo hay un bosque. En su centro, nace del barro una flor de loto. El mundo al otro lado lo desconoce.
Es despertar y sentir frío. Es darte un beso y salir corriendo bajo la lluvia. Es tirarse en el pasto verde a mirar las nubes y que notes como las hormigas hacen su camino. Es una hoja seca girando en remolinos sobre el asfalto mojado. Es parase en un techo a mirar el mar de noche y sentir el vértigo de caer con solo un movimiento. Es charlar en el banco de una plaza hasta no sentir los pies por el frío. Es el temblor en el cuerpo si te parás muy cerca mio. Es la arena caliente. Es el sonido de tu voz desde mi habitación. Es ver tus ojos tristes porque se rompió el skate, la ola que viene y te empapa hasta los huesos. Son tus manitos agarrándome la cara para darme un beso. Son las gotas de la lluvia aplastándose en un vidrio. Es tu abrazo que mantiene cada una de mis piezas en su lugar. Es la línea de fuego cuando cae el sol. Es cada palabra nueva que pronunciás. Es un punto rojo, infinito. Es pensarte y quererte cerca. Es irse a dormir con una sonrisa dibujada en la boca.